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jueves, 14 de abril de 2016

Crónica espectral #2: Ruinas do Carmo


Siempre que viajo procuro visitar cementerios, porque la parte “muerta” del lugar también es cultura viva y ver cómo la gente entierra a sus muertos a lo largo del tiempo te da una idea de cómo son ellos. Esta vez sabía que no tendría mucho tiempo para escaparme al cementerio, además la lluvia continua lo estaba destinando a la lista de imposibles desde primera hora. Lo olvidé.


Mi lista de museos por visitar incluía las ruinas de un convento medieval, que queda situado en el mismo barrio donde me estaba quedando. Una de las cosas que más llamó  mi atención es que aseguraba albergar una momia egipcia y dada mi fascinación con este mundo tenía que verla, sí o sí. Cuando entré descubrí para mi asombro que era un cementerio en toda regla y con muchos siglos de antigüedad. Quizás la momia era fallecido más notorio, pero allí descansaban los restos de mucha más gente.


Un poco de historia

El Convento de la Orden del Carmen de Lisboa fue fundado por Nuno Álvares Pereira, militar y religioso, en 1389. El edificio es la prueba viva más notable del gran terremoto que asoló a Lisboa en 1755. La tumba de su fundador y sus restos descansan allí. Fueron descubiertos en 1864, un año después de que Joaquim Possidónio da Silva fundase la actual Asociación de Arquéologos Portugueses. Se decidió que ese lugar albergara antiguas piezas de otros museos en ruinas. En 1756 se iniciaron unas obras de reconstrucción del convento que quedaron detenidas para siempre en 1834 por la extinción de las órdenes religiosas en Portugal. Cuando se baja del elevador de San Justa se aprecia una puerta con flores de lis: se trata de la porta real, era la puerta que conectaba con el Palacio de Avis, ya desaparecido.


Muertos y lápidas famosas

Los sarcófagos más bonitos en el inventario de museo son, probablemente, el de Don Fernando I (s. XIV) y el monumento funerario de Doña María de Austria (s. XVII). También albergan un fragmento de un friso del período romano, el sarcófago de las musas. Sin embargo lo que más llama la atención son las momias, de ambos lados del Atlántico. En urnas de cristal conservan y exponen la momia de un joven y una joven de Perú, del s. XVI. Sorprendente ver el buen estado de los dientes del ejemplar masculina  y más aún la extraordinaria conservación de la larga melena del ejemplar femenino. Luego, la estrella de la colección, la momia egipcia con su sarcófago medio roto a través del que se puede ver parte de los pies, que data de entre los siglos VI y II a.C. y que no tiene dinastía reconocida. Me queda la duda de  cómo llegarían estos objetos allí, pero no ofrecen mucha más información y no encontré mucho más en internet.


Así que al final encontré algo más que un cementerio. Y paró la lluvia; al final, ese día brilló el sol, quizás para dibujar las sombras de los arcos que quedan de pie en las ruinas del convento, para permitirme ver con claridad a sus moradores permanentes.




miércoles, 10 de febrero de 2016

Deadtrip por San Isidro


A medida que paseaba quería imaginarmelo a oscuras y guiada solo por la luz de las velas, pero era media mañana. El cielo estaba gris y lloviznaba. Habían tumbas abiertas que dejaban entrever sarcófagos rotos, sobretodo en los panteones. Los nichos presentaban un uniforme e inmaculado gris que ni el mejor filtro de Instagram hubiera replicado. Parece escabroso pero solo se trata del paso del tiempo y la falta de mantenimiento. El dinero siempre es el problema. Aun así la dirección está haciendo grandes esfuerzos por mantener y reparar el cementerio más viejo de Madrid. Dos días en verano hacen lecturas dramatizadas y representaciones para un afortunado grupo que paseará por estas tumbas viejas y ajadas de gente de otros siglos que ya nadie recuerda. Pero yo leo las lápidas en voz alta para que sepan que alguien aun les tiene en mente, desde la brevedad y la distancia.





jueves, 23 de julio de 2015

Throwback Thursday: Cementerio Británico de Madrid

Hoy recordaba las fotos que hice para la promoción del libro. Fue en el Cementerio Británico de Madrid.

Pienso en todos los cementerios bonitos que aun me queda por recorrer. Todos los que pueda antes de que me instale en uno permanentemente y sea yo la visitada.

Hay algo de poético y de artístico, de experiencia vital el pasear por estas tumbas. Estas gentes que fueron; historias que se acabaron, historias que no se si aun alguien las recuerda. En éste en particular hay muchos nombres foráneos, de aristócratas y diplomáticos de países que ya no existen. Nombres anónimos y desconocidos.

El primer paseo fue bajo la lluvia una tarde de otoño. Luego regresé durante una soleada para la sesión y no tuvo el mismo encanto (¡pero eso evitó que mis tacos se hundieran en el fango!). Ese aspecto descuidado que obedece al olvido ( y a cuestiones de economía, porque al final todo va de eso, según creo recordar de su cuidador) es parte de su encanto.

Olvido y recuerdo igualmente conjugado.








Vecinos y guardianes


A veces ocurre que es más la fama de sus moradores que la belleza de su arquitectura. Algo así me pasó en cementerio de la Almudena. Suerte que estos vecinos tan elegantes mejoraron la visita y alegraron el foco de mi cámara.

Aun me sigo preguntando que pensarían al verme, con esa expresión tan intensa al unísono.